“El día más hermoso de mi vida”, mi ordenación sacerdotal. La vida del padre Guanella tiene hitos que son dignos de ser siempre contemplados como signos ricos de la Providencia para quienes buscan, de alguna forma, asimilar el carisma guaneliano en la vida. Especialmente, recordamos en esta ocasión su ordenación sacerdotal, intentando reproducir el sentimiento que él expresa al recordar ese momento en sus años más tardíos: “lo recuerdo como si fuera hoy…”. Sus memorias tienen una fuerte inclinación hacia el ministro del sacramento, Monseñor Frascolla, quien lo exhortó con vehemencia y con la caridad con que le confió el ministerio sagrado.
Esta es una visión transformada por la gracia en la memoria de nuestro santo, ya que el contexto en que ocurrió este acontecimiento tan importante es, en realidad, espinoso. El padre Guanella fue ordenado por un obispo desterrado de su diócesis, perseguido y despojado de su derecho a gobernar a los cristianos de su territorio espiritual. Era de madrugada, sin ningún tipo de solemnidad, solo él y su corazón ardiendo en caridad por el ministerio santo. Esto se dio debido al contexto político y social de confrontación que la Iglesia enfrentaba con el Estado italiano, que buscaba destruir y desacreditar la jerarquía eclesiástica. Aquellos que poseían algún grado del Sacramento del Orden experimentaban persecución y tenían que esconderse para celebrar acontecimientos tan importantes como una ordenación sacerdotal.
De este modo, se entiende que era una realidad muy difícil para quien decidía, en aquella época, ser sacerdote. Podemos entrever la firmeza y, al mismo tiempo, la pasión del “sí” de nuestro Fundador al encarar de modo martirial una vocación que tiene todo que ver con dar la vida por las ovejas. Aquel 26 de mayo de 1886 quedó grabado con fuego en el corazón del padre Guanella, pero no como un día lleno de una paz regocijante, sino porque él se consumía en ardor santo, plasmado en el lema de su ordenación: “quiero ser espada de fuego en el ministerio santo”. Solo podemos imaginar cómo esa experiencia recibió un toque de completa realización en su primera Misa el día 31, celebración de Corpus Christi.
En el rito de la ordenación, el obispo exhorta veementemente al neo-sacerdote: “Imita lo que celebras”. La vida cristiana de nuestro santo es una oda a la historia de la Iglesia, historia de la salvación y de tantos que, dando sus vidas, se convirtieron en una luz de tenacidad en medio de las tinieblas del mundo y en una luz de esperanza para el futuro de la cristiandad.