Muchos son los aspectos de la vida del padre Guanella que se conocen y se relacionan con la espiritualidad y su carisma: la confianza en la Providencia, la paternidad de Dios, la devoción a la Santísima Eucaristía, entre otros. Sin embargo, hay un aspecto de su vida y de su doctrina que rara vez se menciona, pero que merece destacarse en este mes guaneliano: la alegría.
Este es el tema de la alegría que nuestro Fundador vivió y transmitió durante el tiempo que dedicó a hacer el bien en la Tierra. Como no podía ser de otra manera, la alegría que el padre Guanella nutría en su corazón proviene del reconocimiento de que somos “criaturas redimidas y llamadas a la vida divina”, en otras palabras: Dios es la fuente de la alegría. La bienaventuranza divina es el motivo principal por el cual la vida del cristiano debe regocijarse. La promesa que Dios cumplió en sus hijos no tiene comparación, por lo tanto, nuestro fundador nos invita a alegrarnos en ello como “hijos en el regazo del Padre”.
Esta concepción de la alegría no es abstracta para él, sino que en medio de sus enseñanzas va tejiendo una cadena viva de cómo la alegría debe manifestarse en las personas. Por ejemplo, la alegría de pertenecer a la Iglesia como hijos de los santos, de los Apóstoles que el Señor eligió para transmitir la regeneración de la vida del paraíso. Por lo tanto, el bien en cada uno, esa “aureola de bondad en los ojos”, está misteriosamente sostenida por la bondad de Dios, pero transmitida y vivida por quienes Él mismo designó.
En este sentido, somos llamados a ser dispensadores de lo que hemos recibido, a ser instrumentos en las manos de la Providencia, convirtiéndonos en dispensadores de consuelo. Esta es la aplicación guaneliana más visible de esta verdad de fe. Es el propio padre Guanella quien aplica este principio y exhorta a buscar la consolación de los que sufren con una mirada alegre, no de manera banal, sino conforme a la naturaleza de la virtud. También explica que esta actitud de alegría en las personas atrae, usando como ejemplo a su gran amigo San Juan Bosco.